viernes, 25 de marzo de 2011

El arte y la moda

El arte y la moda son dos disciplinas estéticas que se retroalimentan muy a menudo. Normalmente suele ser la moda la que cita al arte, como en el caso de la foto, un diseño de Yves Saint Laurent que se basa en una de las composiciones geométricas del artista Mondrian. O el ejemplo de las colecciones de Marni, para las que Consuelo de Castiglioni se inspira en la paleta de colores de artistas como Yves Klein o Rothko. Y en el caso nacional, está David Delfin, cuya firma y grafismos de sus primeras camisetas recuerdan “ligeramente” a los que utilizaba Joseph Beuys.
El arte se inspira en la moda. En un caso radical se puede mencionar a la fotógrafa Melanie Pullen, que en sus fotografías recrea crímenes de los años 20 disfrazados de producciones de una revista de moda, con exquisita ropa de firma.

Todo esto me ha venido a la cabeza porque últimamente, por razones bastante peregrinas y diferentes he ido a varios fiestas previas a subastas de arte. Una de ellas era el cocktail de una gran subasta de arte contemporáneo. No pujé por nada, claro, pero admiré las obras que se exhibían (en las subasta contemporánea de Christie´s había pinturas impresionantes de Picasso, Modigliani, Gauguin....) y por supuesto también me dediqué a cotillear y a fijarme en los atuendos varios.

Hubo un momento en que parecía más una front row que una subasta millonaria de arte. Vestidos de cocktail (que como dijo la propietaria de las discos más in de Nueva York, Amy Sacco, sirven para derramar cocktails encima) y discretos Petites Robes Noires junto a vestuarios extravagantísimos que sus dueños no habían renovado desde los años dorados de Marbella. Las chicas españolas de Christie´s Madrid iban muy guapas, con vestidos bohemios chic de lo que creo que era Marni y Miu Miu, y la modelo Elisabeth Mas que también andaba por allí llevaba una chaqueta de pata de gallo bicolor con falda negra y bailarinas.
En lo único en lo que se diferenciaba de una fiesta del mundo de la moda es que los invitados comían, ¡y de que manera! Los pinchos de gambas no pasaban de la primera sala, víctimas de garras de invitados ansiosos. Me gustó ver que quizás se trataba de gente que se consideraba gastarse en un cuadro con círculos de colores (de Damien Hirst) el equivalente de un piso en el centro de Madrid, pero se abalanzaba sobre las bandejas como una jauría hambrienta...

Fue muy interesante e instructivo en todos los sentidos. Otro de los días, en cambio, fui a una subasta de trajes de alta costura vintage (Balenciaga, YSL, Chanel, Vionnet....) Los lotes venían de una dama parisina que había decidido vender sus piezas haute couture y de una modelo sueca retirada que había tenido el ojo de hacerse con una pieza de cada colección de YSL desde los 70. Los precios eran más bajos que en las obras de arte, pero suficientemente altos para que las coleccionistas que estaban vendiendo sus prendas amasaran una pequeña fortuna gracias a sus guardarropas. Ya sabéis si tenéis cosas de marca, guardadlas durante 30 años y luego pasaros por una casa de subastas.
Lo que me llamó la atención es que la costura nueva siempre será más cara que la vintage. Y otra cosa que me sorprendió bastante: llevé un bolso falso y las expertas de Christie´s me soltaron “ ¡Me encanta tu bolso de Marc Jacobs!” Esta vez no abrí la boca y para confesar que es falso como hago normalmente, pero me quedé muy contenta porque se demostró mi teoría de que es difícil distinguir las buenas imitaciones de los bolsos verdaderos a primera vista.

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